El Día del Amor y la Amistad estamos acostumbrados a dar regalos que expresan nuestro amor. Cada vez menos se escriben cartas. Escribir cartas a mano era una costumbre apreciada que implicaba un gran amor por la persona a la que iba dirigida.
Otro regalo que solía hacerse era escribir un poema. La tradición poética es tan antigua como la existencia del ser humano. De hecho, las primeras expresiones literarias fueron expresadas en forma poética, acompañadas con música.
Dentro del género lírico, la poesía amorosa ha sido una vertiente recurrida por los autores, ya que expresar afecto o admiración por el ser amado es una necesidad vital de la expresión humana.
En este artículo conoceremos ejemplos de cinco poetas que escribieron al amor, y sirva para hacer un recorrido por la historia de la lírica así como para inspirarnos para el próximo día de San Valentín. ¿Te animas a escribir un poema de amor?
Safo de Lesbos
Poeta griega (650/10 a.C - 580 a.C.) Originaria de Lesbos (isla griega). Provenía de una familia noble de Mitilene. Desafortunadamente, se ha perdido gran parte de su obra lírica. Solo conservamos menos del 10% de la misma. De los fragmentos que se conservan, destacan los poemas amatorios dedicados tanto a varones como a mujeres. Se dice que Safo era una mujer bisexual, por lo que es una muestra de la libertad sexual de las mujeres de elite en la antigua Grecia.
El siguiente poema está dedicado a una mujer. Se habla de los celos que surgen cuando la belleza del ser amado es apreciada por otros.
Fragmento 31
Yo veo a ese hombre que se sienta cerca de ti semejante a los dioses
porque puede escuchar estrechamente tu deliciosa voz
y esa risa seductora
que hace temblar el corazón bajo mis pechos.
Aun cuando te vislumbro por un momento
mi lengua calla, la palabra me abandona
mientras un fuego delicado mora bajo mi piel –
mis ojos no pueden ver, entonces,
y solo oigo un sonido girando
como un escalofrío, sudando,
porque todo en mí es temblores;
me hago más pálida que el pasto seco
y más próxima a la muerte…
Lee más poemas de Safo aquí.
Sor Juana Inés de la Cruz
Escritora novohispana (1648/51-1695). La Décima Musa, Fénix de México, además de escribir obras de teatro, autos sacramentales y poemas filosóficos también escribió sonetos de amor. La mayoría de estos poemas los escribió por encargo, como ella misma informa en su Respuesta a Sor Filotea. Se dice que algunos de sus sonetos estaban dedicados a la virreina de México, María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, condesa de Paredes, protectora y mecenas, a quien en sus sonetos se nombra como Lisi.
La poesía amorosa de Sor Juana apunta varias aristas que incluso se dice que hay en ellos una particular casuística.
Dos ejemplos de los sonetos amorosos de Sor Juana
*
Yo adoro a Lisi, pero no pretendo
que Lisi corresponda mi fineza;
pues si juzgo posible su belleza,
a su decoro y mi aprehensión ofendo.
No emprender, solamente, es lo que emprendo:
pues sé que a merecer tanta grandeza
ningún mérito basta, y es simpleza
obrar contra lo mismo que yo entiendo.
Como cosa concibo tan sagrada
su beldad que ni quiere mi osadía
a la esperanza dar ni aun leve entrada:
pues cediendo a la suya mi alegría,
por no llegarla a ver mal empleada,
aun pienso que sintiera verla mía.
*
Yo no puedo tenerte ni dejarte,
ni sé por qué, al dejarte o al tenerte,
se encuentra un no sé qué para quererte
y muchos sí sé qué para olvidarte.
Pues ni quieres dejarme ni enmendarte,
yo templaré mi corazón de suerte
que la mitad se incline a aborrecerte
aunque la otra mitad se incline a amarte.
Si ello es fuerza querernos, haya modo,
que es morir el estar siempre riñendo:
no se hable más en celo o en sospecha,
y quien da la mitad, no quiera el todo;
y cuando me la estás allá haciendo,
sabe que estoy haciendo la desecha.
Más sobre las cartas y poemas entre Sor Juana Inés de la Cruz y la Condesa de Paredes.
Escritor español (1836-1870). Es uno de los poetas más reconocidos del periodo posromántico de la literatura hispana. Sus leyendas recopilan historias significativas de los pueblos de España. Con respecto a su poesía, se dirige al ser amado, a la belleza y al mismo arte lírico. Su estilo único y su capacidad para crear imágenes poéticas poderosas han hecho que su poesía siga siendo muy popular y relevante hasta el día de hoy.
que Lisi corresponda mi fineza;
pues si juzgo posible su belleza,
a su decoro y mi aprehensión ofendo.
No emprender, solamente, es lo que emprendo:
pues sé que a merecer tanta grandeza
ningún mérito basta, y es simpleza
obrar contra lo mismo que yo entiendo.
Como cosa concibo tan sagrada
su beldad que ni quiere mi osadía
a la esperanza dar ni aun leve entrada:
pues cediendo a la suya mi alegría,
por no llegarla a ver mal empleada,
aun pienso que sintiera verla mía.
*
Yo no puedo tenerte ni dejarte,
ni sé por qué, al dejarte o al tenerte,
se encuentra un no sé qué para quererte
y muchos sí sé qué para olvidarte.
Pues ni quieres dejarme ni enmendarte,
yo templaré mi corazón de suerte
que la mitad se incline a aborrecerte
aunque la otra mitad se incline a amarte.
Si ello es fuerza querernos, haya modo,
que es morir el estar siempre riñendo:
no se hable más en celo o en sospecha,
y quien da la mitad, no quiera el todo;
y cuando me la estás allá haciendo,
sabe que estoy haciendo la desecha.
Más sobre las cartas y poemas entre Sor Juana Inés de la Cruz y la Condesa de Paredes.
Gustavo Adolfo Bécquer
Escritor español (1836-1870). Es uno de los poetas más reconocidos del periodo posromántico de la literatura hispana. Sus leyendas recopilan historias significativas de los pueblos de España. Con respecto a su poesía, se dirige al ser amado, a la belleza y al mismo arte lírico. Su estilo único y su capacidad para crear imágenes poéticas poderosas han hecho que su poesía siga siendo muy popular y relevante hasta el día de hoy.
Rima XVII
Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto…, la he visto y me ha mirado…
¡Hoy creo en Dios!
Rima XX
Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada.
Rima XXIII
Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso… ¡yo no sé
qué te diera por un beso!
Poeta mexicano (1926-1999). Su poesía amorosa es conocida por su profundidad emocional. Sabines abordó temas como el amor, la soledad y la pérdida en sus poemas. Con ello, creó una obra que es a la vez intensa y conmovedora. Su estilo sencillo y directo ha hecho que su obra sea accesible y significativa para un público amplio.
por una sonrisa, un cielo,
por un beso… ¡yo no sé
qué te diera por un beso!
Jaime Sabines
Los amorosos
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.
Aquí puedes disfrutar la lectura en la voz del poeta.
Irma Pineda
Hay noches
Hay noches en que deseono más patria que tu vientre desnudo
Laguna donde descansan mis cabellos
Oigo el movimiento debajo de tu piel
Agua en brama
Canto de sirena para mis oídos
Sangre agitada
Río desbocado que busca el mar
adormecido en mi cuerpo
Nanaa guendariuu stubi lu telayú
Nanaa guendariuu stubi lu telayú
sicasi rinaa laga binni galaa bacaanda’
Nuaa guidxela’ lii lade doo guixhe
Rului’ ti guiigu’ ga’chui’ ndaani yanne’ pa lii qui guinnu’
Nuaa guiale ti ridxi
guedandá ra nuu za
ti guinaba’ ca ni bisibani naa
gapa chahuiica’ neza zé ñeelu’
Canié sti bieque ca stiidxa’ jñaa gola
neza lu guié sti guendabiaani’
ti guzetenala’du’ neza reeda ra nuaa
Zabeza lii
zuba lu xpangu’ huadxi
Cugaba’ ni die’ ladi beedxe
ni bidii xpinne naa gaca’ bixhoze’
Zaguñe’ ladi be’ñe’
ti guiuba’ guidiladilu’ pa gusiaandu laadu
**
Me pesa la soledad de las madrugadas
como los párpados a medio sueño
Quiero encontrar tu cuerpo entre los hilos tejidos de la hamaca
Tu ausencia se vuelve un río contenido en mi garganta
Quiero que me nazca un grito
que llegue hasta la nubes
para pedir a mis antiguos padres
que bien guarden la marcha de tus pies
Repito las palabras de mi abuela
frente a la piedra de la memoria
para que recuerdes el camino de vuelta a mí
Te esperaré
sentada en la butaca de la tarde
Contando las manchas en la piel del jaguar
que esta estirpe me dio como padre
Rascaré las escamas del lagarto
para que te duela la piel cuando intentes olvidarnos.
Otros poetas que escriben sobre amor
Garcilaso de la Vega, Francisco de Quevedo, Vicente Aleixandre, Virginia Wolf, Rosalía de Castro, Rosario Castellanos, Wislawa Szymborska, entre otros.Más clases sobre poesía
Explicación del soneto "Al que ingrato me deja, busco amante" de Sor Juana Inés de la Cruz.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario.
Será tomado en cuenta para mejorar el contenido de este blog.